Algoncas | 8:26
Comenzando una empresa
Dios le pregunto al profeta: ¿Qué ves? Y el profeta le contesto: Una rama de almendro.
Parece un hecho insignificante y sin embargo tan profundo en su significado.
¿Por qué? Porque cuando nosotros como personas y entrepeneurs comenzamos a instalar nuestros emprendimientos, debemos preguntarnos que es lo que vemos en ellos y contestarnos con toda la honestidad posible. Esa honestidad que como hombres nos cuesta aceptar y tener para con nosotros mismos, por el orgullo de no querer rever a tiempo nuestros pasos.
El almendro es un árbol muy apreciado en oriente, por sus cualidades, llega a gran altura con lo que su sombra es abundante, del fruto que da no solo brinda alimento sino también un aceite de características muy sanas. Sus propiedades son por todos aquellos que nos gusta el deporte, la vida sana y la belleza, reconocidas. El almendro hermosea el lugar con su presencia, y lo comienza a hacer antes de que sus ramas se pueblen de hojas, él muestra su hermosura con sus flores.
Por eso es la importancia de lo que vemos al dar inicio a algo nuevo en la vida; tomando un valor inmenso cual será nuestra contestación en el momento en que estamos a solos con Él.
No importa nuestro estado de ánimo. A lo mejor cuestiones de la vida nos han llevado en apariencia a una encrucijada en donde pareciese que por todo lo que hemos luchado por tanto tiempo se terminó de un plumazo. Sin embargo para el 'Hombre con destino', siempre habra algo nuevo esperándolo, y aunque nos parezca imposible, es justo ahí, en ese preciso instante en que nos damos cuenta del valor de eso nuevo que se nos presenta cuando Dios nos pregunta: ¿Qué ves? Si somos honestos y lo que vemos es en verdad una rama de almendro, el Señor nos contesta:’Tú, pues cíñete, levántate y diles lo que mandare’.
Y es increíble pero cuando alguien superior nos ordena algo solo nos queda obedecer y a eso los hombres de negocio estamos acostumbrados, sabemos que una empresa sin organización no triunfa, por lo que nuestra actitud cambia dejamos de lado lo que sentimos para solo cumplir con la misión encomendada.
La contestación de Dios fue una orden mas o menos parecida a esta: Deja de lamentarte, ponte tu ropa, arréglate bien y a trabajar , pero eso si cuando hables diles lo que yo te diga, lo que yo te muestre, porque tu parecer es limitado a ti y, sin embargo el mió esta por sobre todos. Y en verdad es una tranquilidad para cualquier hombre de negocios el poder hablar las palabras que tu consejero profesional, el Ceo mas importante de tu empresa te dice al oído, en lo secreto.
Pero la orden no termina ahí continua con algo mas allá de lo que hasta hace un rato nos parecía posible: ‘no temas ante ellos, para que yo no te quebrante.’ Ahora los demás perdieron todo su poder de hacernos daño, ahora esta en nosotros aceptar si nos han dañado o no y si aceptamos que hay o existe la posibilidad de una pizca de aceptación de haber sido dañados quien nos quebrara no serán ellos, sino el Señor. No para hacernos daño ,sino para que nos demos cuenta de como seguir.
Tengo la suerte de tener un padre natural que cuando de niño y tambien de grande me sucedía que algo me paralizaba, él me llamaba a solas y comenzaba con su reto con palabras suaves pero fuertes a la ves y cuando terminaba me daba una palmada y me enviaba a seguir haciendo lo que estaba descubriendo. Mil veces mejor es nuestro Padre Dios.
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